Diego Rísquez
Construyó una filmografía muy personal que se ha nutrido de los valores de la plástica y de la historiografía venezolana y caribeña en una llamativa mezcla de elementos. Foto de Oscar Lucien.

Lunes 15 de enero en la mañana. Mientras escribo esta nota en la capital colombiana se desarrolla en Caracas el velorio de Diego Rísquez, creador fundamental de la vanguardia venezolana de las últimas cinco décadas.

La última vez que conversamos fue en octubre de 2016, en el marco del Festival de Cine de Bogotá, cuando participó con El malquerido fuera de concurso. En esa oportunidad estuvimos conversando sobre la evolución de su filmografía, su nuevo proyecto sobre Guaicaipuro y la presentación de su Trilogía Amerikana —integrada por Bolívar, sinfonía tropikal (1981), Orinoko, nuevo mundo (1984) y Amérika, terra incógnita (1988)— en el Downtown Independent de Los Ángeles. También hablamos sobre su tumor, su tratamiento, su carta abierta a Nicolás Maduro y sus ganas de seguir trabajando en una Venezuela cada vez más atormentada. No volvimos a vernos. Casi un año después de aquel encuentro me enteré de su recaída. En la madrugada del sábado 13 de enero se marchó con su soledad compartida. Con el reconocimiento de su trabajo y su personalidad. Nos dejó su legado.

Su deceso se ha convertido en una amplia y muy emocionadaa manifestación de admiración y respeto por su obra y su condición humana. Dejó una filmografía muy particular, a ratos muy arriesgada, por momentos más convencional, pero siempre con sus rasgos esenciales. Si tuviésemos que definirlo en una frase yo lo haría como el creador de una vanguardia que no cesa.

Diego desarrolló un signo como autor que atravesó toda su obra, desde sus primeros trabajos plásticos y escénicos A propósito de Simón Bolívar (1976), Poema para ser leído bajo el agua (1977), y A propósito de la luz tropical (1978), hasta sus películas más recientes, que conformaron la última etapa de su evolución: Karibe con tempo (1994), Manuela Sáenz (2000), Francisco de Miranda (2006), Reverón (2011). y El malquerido (2015).

Construyó una filmografía muy personal que se ha nutrido de los valores de la plástica y de la historiografía venezolana y caribeña en una llamativa mezcla de elementos. Una propuesta fundamentada más en la representación visual que en la narrativa cinematográfica, en su sentido más tradicional. Esta característica adquirió mayor dimensión en la ya nombrada Trilogía Amerikana, en un extraño retorno al cine silente —más bien hay que decir cine sin diálogos— que impulsó una visión múltiple de nuestra conformación como país y continente. Películas construidas como estampas de la historia y no como continuidad dramática convencional. Un estilo que ha generado polémica y admiración, simultáneamente, que define el sello autoral de uno de los creadores más originales de Venezuela. Bolívar, sinfonía tropikal, filmada en super 8, fue seleccionada en la Quincena de los Realizadores del Festival de Cannes de 1981 y 1982. Eran los años de la experimentación y la vanguardia con Rolando Peña, Luis Ángel Duque, Temístocles López, Julio Neri, el Festival de Cine Super 8, entre otros, y de la periodista y profesora universitaria Margarita D’Amico, recientemente fallecida.

Actor, pintor, cineasta, director de arte, este creador multifacético fortaleció el manejo de la imagen, tanto desde el punto de vista de la pintura como el del cine. Su obra fue irregular —no se puede comparar su fallida Karibe Kon Tempo, su primer trabajo con diálogos, con Reverón, que marcó su admiración por el artista de Macuto a quien ya había dedicado su inicial A propósito de la luz tropikal, por ejemplo— pero su propuesta global fue y sigue siendo tremendamente válida. Y lo más importante: nunca renunció a ir un poco más allá de lo aceptado.

En esa conversación en Bogotá le confié que Ideas de Babel nació en 2006, cuando él estrenó Francisco de Miranda. Yo tenía varios años sin escribir sobre cine. Una especie de vacación prolongada después de 25 años escribiendo en El Nacional y otros medios. Fundé mi blog personal y publiqué mi análisis del nuevo film de Rísquez. Fue el 17 de agosto de 2006. Luego Ideas de Babel se convirtió en portal con el aporte de valiosas firmas.

En agosto del año pasado me tocó presentar El malquerido en la noche inaugural del 20° Encuentro de Críticos y Periodistas de Cine Colombianos, en la ciudad de Pereira, bajo la protección de nuestro amigo Germán Ossa. Un homenaje que los colegas de este lado de la frontera rindieron a un creador venezolano.

Hoy nos queda su nombre y sus aportes artísticos a la comprensión de lo que somos como nación y como continente. Paz a su alma.

 

 

 

 

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