Fedosy SantaellaTemo que el día que la tecnología sobrepase a nuestra interacción humana, el  mundo tendrá una generación de idiotas.

                                                                                                                            Albert Einstein  

Su nombre ucraniano significa “elegido por la divinidad”. Junto al Santaella (n. 1971, Puerto Cabello) integra un grupo de brillantes escritores, generación impredigital, que por su  completa formación básica en lectura y cine tradicionales, todavía es capaz de fusionar lo clásico y moderno, técnica y artesanía, libro  de mano y ciberteclado, para producir arte legítimo que horada hasta el fondo la esencia del actual ciclo histórico venezolano.

Este adicto a la novela y el filme policial, ganó el reciente concurso anual de cuentos promovido por el diario El Nacional con Taxidermia donde retrata “lo que somos”, una comunidad de rebeldes muertos ahora títeres disfrazados o miedosos, seres que disecados por la inercia engañan y lucen vivos. Su novela inicial Rocanegras (2007) abordó, por vez primera en nuestra literatura, el crimen de Estado que desgarra la criminal dictadura gomecista desde el asesinato de Juancho, hermano del Benemérito gran simulador. En la segunda, Las peripecias inéditas de Teófilus Jones (2009) refuerza su estilo láser que sin sangrados perfora la piel de aspecto inocente para mostrar este absurdo cotidiano impuesto por el hamponil fasciopopulismo. Ambas muy adaptables para guión musical bueno y criollo. En conjunto, hasta ahora, el tema central de su narrativa larga y breve, para adultos y niños de todas las edades, sobre papel y seriales en pantalla, es la mentira individual derivada en simulacro grupal y farsa política.

Es admirable la indisoluble obra-persona de este muchacho cuarentón, niñote sensible y sabio, humilde y limpio, sin doblez ni pose, de verbo y mirada transparentes, crecido por su talento de ironía lúdica y serena puestos al servicio de un entretener alegre que obliga a reflexionar con dolor.

Cada etapa histórica nacional ha proyectado muestras literarias que la representan en disidencia clandestina o frontal. La gomera estimuló el sainete, memorias de prisión y exilio, poemarios vanguardistas. El intervalo de los cuarenta y sesenta abundó en escritura testimonial de los tránsitos rural-urbano y represión-libertad. La república democrática civilista desató un retenido aluvión cuestionador sobre la identidad íntima y pública por medio de poesía, novela, cuento y dramaturgia con sonidos desde susurros hasta el más complejo ruido experimental.

Este período del Despotismo Iletrado como lo llama Asdrúbal Aguiar, tres lustros bajo primitiva dictadura militar con el ropaje socialista del poder tramposo, tiene espejo y réplica en un género difícil que Fedosy domina con singular maestría. La tragicomedia de opereta bufa en una prosa pulcra que fusiona teatro, narración y lirismo. Su escritura es kafkiana en el sentido estricto del término, a la vista es fluida, clara, puntual pero la densidad conceptual va en cada entrelinea, en cada palabra y en cada silencio.

Sobre la tarima de este tiempos, siempre los circos tropicales del poder, sonrientes y brutales, en mascarada variable según su oficio, dirigidos por un dicta-dios y su cínico estratega, secundados por un cortejo de sumisos clones, la tropa de enanos ambiciosos que obedecen a ridículos payasos, actores ocultos intercambiables, todos de resentida crueldad. Al principio, su público neutro, carente de infancia natural, se divierte. Poco a poco, frente al oscuro espectáculo de sostenido y  perverso desorden, siente miedo, pánico, inseguridad total, desconcierto. Por su tendencia a la comodidad y el olvido, aplaude como autómata y finalmente se  paraliza. Cuando logra reaccionar lo hace con dañina lentitud, ya es cómplice del fraude y la gran carpa, a punto del desplome, lo implica en el imprevisto final de la grotesca función. Se salva un solo  asistente que percibe a tiempo el engaño, puede escapar y desde una isla para su taima, cuenta la historia.

alicia-freilich-Según el autor, en su relato El gigante de Tucacas (Siete Días, agosto 4 pasado) esa es  la tarea del escritor, incurable niño rodeado de mentira y oportunismo adultos, pero terco y agigantado en su afán de plasmar huellas desde una distancia insobornable que le  permita acercarse a la verdad.

Y por Fedosy Santaella, siempre muy bien contada.

alifrei@hotmail.com

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