El currÃculo de Miguel Braceli, configurado por un rimero de realizaciones de desempeño inusual, hazañas efÃmeras que aceleran la hipnosis colectiva, deberÃa decir, en el reglón oficio, artistecto. Innovador en ejercicio, autor de mensajes sensoriales que nacen con sentido plástico y se apoyan en la plataforma participativa y tangible del debate por y en el espacio público, convergen en su sesera de alto vuelo y en proporciones únicas y convenientes, la soltura del inventor y el trazo del académico, el vuelo del creador y el cálculo de hacedor, la iluminación del artista y la lucidez del arquitecto.
Valenciano adherido a Caracas, profesor de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela y soñador de concreciones múltiples, para Miguel Braceli haberse hecho del tÃtulo de arquitecto equivale a tener a mano el dominio del trazo, la posibilidad de deconstruir la lÃnea que venera, alzar columnas de humo —de su sesera que hierve— que soporten sueños; también, poder ordenar su vocación primordial por entre los vericuetos palpables; y allà colocar la sensibilidad, el color, la pasión, el dolor, el aliento.
Autor de instalaciones de asombro, tan sobrias como tocadas por la innegable espectacularidad, como aquella de la cinta plástica kilométrica con la que se encaramó sobre el macizo guayanés —la BBC registrando la ocurrencia in situ— para que sintiéramos los venezolanos cuán imposible y duro serÃa partir en dos toletes la identidad —que intuye pétrea— o aquella otra de los más de dos mil libros erguidos con dignidad en la Plaza del Rectorado de la asediada UCV, sabios de contenido y en actitud, a la vez que comprometida, ligera (la flexibilidad representada por el movimiento que producÃa la brisa —la brisa siempre busca la hoja, la brisa como facilitadora de arte—), Miguel Braceli, traductor de las circunstancias más crudas y abyectas que recrea desde lo sublime, viene de participar en tercera edición de Movimiento Sur, cruzada creativa y tridimensional que del 1 al 14 de diciembre tuvo lugar en Santiago de Chile y ValparaÃso, y cuya agenda de actividades enmarcarÃa el vÃnculo entre la danza y la arquitectura. Un festival de performances que estuvieron abiertas a todo público y en el que participó como representante de Venezuela. “SÃ, se sentÃa raro y conmovedor, allá no era el profesor o el arquitecto, yo era mi paÃsâ€.
Hubo instalaciones, charlas y laboratorios en parques, salones, bibliotecas y plazas en las que alternó, nuestro artista de la brevedad, con los coréografos Philipp Gehmacher, de Austria, quien mostrarÃa con su solo walk + talk un nuevo tipo de lectura actuada (lecture performance) en la que, lenguaje mediante, contarÃa la manera en cómo el individuo determina su propio espacio a través del movimiento. También con Cuqui Jerez, coreógrafa española residente en BerlÃn, quien abordarÃa la relación entre la danza y la arquitectura. Con Eduardo Fukushima, que expresarÃa la tensión entre el estado interior del cuerpo y la arquitectura exterior, y quien dejarÃa haciendo estragos en los asistentes con su inquietante pregunta danzada: qué nos sostiene como sociedad. Por su parte, Mamaza, de Alemania, se enfocarÃa en contar desde una lÃnea roja, la que harÃan pasar por distintas calles, obras de construcción, supermercados, teatros y centros culturales, cuánto está enlazada la ciudad y cuánto más dividido y parcelado el espacio.
Mencionados todos en el afiche que promocionarÃa el evento, Miguel Braceli serÃa objeto de un reconocimiento extra desde el mismo momento en que es utilizada como imagen oficial del evento una fotografÃa de la instalación Ãrea que concibió y montó en la Plaza Caracas; es aquella a la que fue muchÃsima gente y todos se enlazaron en torno a una pieza de plástico larguÃsima para refundar el espacio a sus anchas; aquella premiada en la que los participantes fueron convocatoria, cÃrculo, comunicación, vÃnculo, cercanÃa, organización, consenso, libertad y unidad; la misma que, cuando arreció la lluvia —inesperada y distraÃda de lo que producÃa— que por cierto fue incorporada al relato vivo de las fotografÃas y videos, luego que todos se cobijaron bajo el manto inmenso del material plástico, devino la instalación en una especie de oruga danzante. “Es curioso que una producción completamente independiente aquà se haya convertido en la imagen de un gran festival con muchos patrocinantes alláâ€, dirÃa asombrado Miguel Braceli.
Proyecto Colectivo, la creatura que encabeza Miguel Braceli, llegarÃa avalada por el impacto del conjunto de acciones colectivas en el casco urbano que ha desarrollado; allá proseguirÃa en el tejido de lo efÃmero, en la costura de la idea. “En Chile realizamos una intervención en un espacio de galerÃa y otra en el espacio público que aquà es, vale decir, muy distinto al caraqueño, sin embargo, aunque está consolidado, la gente parece ávida de propuestasâ€. La segunda serÃa una intervención participativa sobre el Museo de la Memoria y de los derechos humanos. El trabajo consistió en escribir y dibujar con vida los distintos puntos de la declaración que se encuentran en la un gran muro de la plaza del museo, a partir de los textos que hoy parecen ser un monumento. “Un reto y un atributo del arte: poder comunicar desde la forma, y en este caso, desde la acción. No hubo necesidad de discursos para intercambiar palabras que se dibujaron en la obraâ€, añade entusiasmado.
“Fue, sin duda, una gran experiencia, de veras que el trabajo que presenté despertó mucho interés tanto en Chile como en la comunidad de invitados internacionales. Porque no solo una obra, que se ha producido en suelo venezolano, se convirtió en la imagen del festival, es fantástico encontrarse con fotos de Ãrea o Traslaciones, con intervenciones en paisajes como la UCV o Plaza Caracas, pegados en las calles de Santiagoâ€.
Escritura, derechos, compromiso, escrito en el aire —que no ha de llevarse el viento— Miguel Braceli consiguió que por dos semanas Venezuela fuera un trazo potable, lÃquido, fresco, digerible; que la identidad en vez de bajar al infierno flotara en los cielos. Es un creador. Y su interés siempre hace foto en lo posible, en lo que sale a flote, lo que emerge no lo que se hunde, se sumerge, toca fondo.
“Eso es lo que busco con mis trabajos y esa sutileza que pretendo, o como dice un amigo: potabilidad es la mejor manera de comunicarâ€.