La incertidumbre nos dice que hay actividades y mercados que no se van a recuperar de forma plena este año o el siguiente, y vaya uno a saber si después.

La incertidumbre es hoy el sentimiento predominante en el mundo. Nadie sabe con certeza qué vendrá más adelante. Para poner una fecha, ¿en noviembre de 2020 la pandemia estará en retirada, la economía estará en una recesión profunda o en recuperación? ¿Estados Unidos irá mejor, Colombia no? ¿Ambos, ninguno? Aquí cabe citar el adjetivo que se ha puesto de moda: incalculable.

Para muchos lo atroz de la realidad actual no admite dudas. Perdieron su trabajo, perdieron su mercado, perdieron sus clientes, su salud está en grave riesgo o hasta fueron a parar a una UCI, al tiempo que no ha sido posible, o solo de forma muy parcial, reestructurar las deudas o aminorar los costos, de modo que el mañana luce negro. Las imprudentes timideces del ministro Alberto Carrasquilla han sido señaladas por columnistas como Héctor Riveros, aunque parece que esta semana sí va a tomar algunos riesgos inevitables.

Otros, entre quienes debo confesar que me cuento, hemos padecido golpes y daños, si bien ninguno luce demoledor por ahora. Por mera suerte, no vivo de un restaurante, de hacer conciertos, de operar aviones o de llevar y traer maletas en un aeropuerto. Las artes han demostrado ser más necesarias de lo que muchos pensaban y esa noticia es buena para quienes nos dedicamos a ellas de un modo u otro.

La incertidumbre nos dice que hay actividades y mercados que no se van a recuperar de forma plena este año o el siguiente, y vaya uno a saber si después. La gente no va a volver pronto, por lo menos en masa como antes, al cine, a los conciertos, a los eventos deportivos, a ciertos balnearios, a los restaurantes muy grandes, a las ferias. Vaya a saberse si proliferan otra vez las manifestaciones y marchas, al menos mientras haya peligro de contagio. Todo eso volverá algún día, pero es esencial saber el ritmo y el grado a los que las cosas volverán. ¿Bogotá tendrá el tráfico bloqueado un día sí y el otro también? Puede que no o que mucho menos. La gente pudo ver que cosas a las que antes dedicaba tiempo son innecesarias, cuando no aburridas, así quedarse en casa tenga sus bemoles.

Aparte del Covid-19, los demás males contagiosos, digamos la influenza, bajarán mucho su prevalencia, aunque solo sea por efecto de las manos lavadas con frecuencia y del distanciamiento social que se está volviendo costumbre, quizá perdurable. Y pese a que no es fácil hallarle un lado positivo al pérfido panorama actual, la obligación colectiva de reinventarnos les abrirá caminos nuevos a muchas personas, que podrían ser fructíferos, productivos y rentables, así no alcancen de entrada para paliar los daños sufridos. Igualmente favorecido se verá el medioambiente por la presencia menos agresiva de las personas en él. No hablo, claro, del narcotráfico, la minería ilegal, la deforestación o la ganadería extensiva, todos fenómenos causados por impulsos que no han desaparecido.

En fin, hay que ir haciendo el inventario de los daños en salud y en la economía acontecidos y ponerse manos a la obra a repararlos apenas se pueda. Tomará tiempo, de seguro años. Pero es una ventaja saber que el cambio puede usarse como método para resolver los problemas, así haya llegado tan a la fuerza y sin alternativas en este año fatídico de 2020. Lo otro que pasará, y que hoy no se puede medir y también está lleno de incertidumbres, son las convulsiones políticas que parecen venir para más de la mitad del mundo. Y ¿pare de contar? No, claro que no.

andreshoyos@elmalpensante.com

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