Rojo
Benjamín Naishtat usa su cuarto largometraje para experimentar con una escritura a varios niveles.

En la Argentina de los años setenta, el respetable abogado Claudio (Darío Grandinetti) ve su carrera y su vida correr peligro a causa de un extraño evento que involucra a un desconocido. Combinada a una tensa situación política, la investigación del famoso detective Sinclair (Alfredo Castro) multiplicará los problemas para este abogado, que tan solo desea dejar este incidente en el pasado.

Benjamín Naishtat usa su cuarto largometraje para experimentar con una escritura a varios niveles. En la capa más superficial, es decir, la narrativa, utiliza la muerte ficticia de un hombre común con el mero pretexto de exponer la situación de un país desgarrado por una dictadura militar. Una realidad que realmente trastornó todos los sectores de la población argentina.

La segunda capa se desarrolla a todo lo largo de la película, con un suspenso difícil de explicar pero sencillo de percibir gracias a los silencios y gestos de los actores. La atmósfera creada hipnotiza al espectador sumergiéndolo en el universo y la psique de los personajes. Una tercera capa se revela entonces: el significado del color rojo. Porque el director y también guionista concibe los matices de este color como los elementos que anuncian conflicto. Mientras más intenso es el rojo en la escena, más peligroso es el futuro.

Esta maestría para fusionar las múltiples lecturas de la película e historia logró un gran éxito en el Festival de San Sebastián, ya que le valió a Naishtat la Concha de Plata al mejor director, a Darío Grandinetti al mejor actor y a Pedro Sotero el Premio del Jurado a mejor fotografía. Un honor merecido para una película audaz.

Artículo publicado en Francia por Mediapart

Traducido por Andrea Urbina

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