Plebiscito del 16 de julio de 2017
Los gritos de ‘Abajo cadenas’ y ‘Libertad’, ensordecen. Y por si no quieren escuchar, se lo gritaremos a través de un masivo plebiscito.

Enfrentar el poder a través de una resistencia pacífica es, sin duda, un corajudo hecho que sorprende a todos. Ya hemos lanzado loas a esta generación del milenio y su lucha la hemos denominado la Campaña Admirable del siglo XXI, al compararla con la de 1813. Lo que está sucediendo parce ser algo inédito en nuestra historia y por supuesto en Latinoamérica y en el Caribe. Pero los venezolanos, con sus diferencias, ya hemos vivido algo parecido.

“Si el despotismo levanta la voz seguid el ejemplo que Caracas dio…”, canta el Himno Nacional. Un 19 de abril de 1810, como ahora, la sociedad civil en resistencia pacífica activa enfrentó al régimen. Al grito de ‘Abajo cadenas’ y ‘Libertad’ de los diferentes estratos sociales, le dijeron no te queremos a Vicente Emparan y él respondió: “Si ustedes no quieren que los mande, yo tampoco quiero mando”. Las comparaciones históricas tienden a ser engañosas, pero vale la pena la reflexión.

Claro, Maduro no padece del síndrome de Emparan y la misión dada por el imperio, en este caso cubano (qué pena), es resistir. Los gritos de ‘Abajo cadenas’ y  ‘Libertad’, ensordecen. Y por si no quieren escuchar, se lo gritaremos a través de un masivo plebiscito.

Pero ni lo de 1811 ni lo de ahora son el camino de rosas que nos pintaron en la Venezuela Heroica. Grupos, fracciones, opinadores y extremistas fueron, y son, parte de un proceso no unicolor sino variopinto y a veces contradictorio. Recordemos cómo nos trajimos al general Miranda para que nos dirigiera y,  tras perder y capitular, lo entregamos al enemigo.

Capitulación es la palabra clave. Diálogo y negociación son anatema. Palabras con tufito a traición. “Aquí nadie negocia”, gritan muchos. La verdad es que las recientes experiencias de diálogo fracasaron por culpa del régimen, como da constancia el Vaticano.  Pero ¿capitulación?

El pueblo —o al menos el 90% de él— quiere que Maduro se vaya para volver a la democracia y al libre mercado. Pero si bien nosotros tenemos la fuerza del pueblo, que en mucho es un apoyo callado, ellos tiene la fuerza de las armas con el apoyo de los militares (al menos de la cúpula y de los embarrados y enchufados, que no son pocos), de los paramilitares o colectivos, de las guerrillas de la FARC y el ELN, de las bandas criminales internacionales, de los narcotraficantes, de los rusos, de los chinos y del castrocomunismo.

La estrategia es hacer tanta presión como para que esa alianza perversa se cimbre. Pero los que tienen las armas no las entregarán fácilmente, y no soltarán hasta que no tengan seguro un paracaídas de dorado. Tenemos que meternos en la cabeza que cuando se dé el quiebre del régimen, aunque seamos mayoría, no habrá rendición ni capitulación del madurismo, sino negociación. En ella lo que no es negociable es la vuelta a una democracia plena para que retorne la justicia. “El todo o nada, donde estamos sentados actualmente, nos va a conducir a… cosas terribles”, dice Rocío San Miguel. Sin negociación, las perspectivas son la total cubanización, la somalización o una guerra civil a lo sirio.

*Publicado en la edición electrónica de El Nuevo País.

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