El domingo ha sido dÃÂÂÂa de lluvia y votos en Colombia. Más lluvia que votos, a juzgar por las altas cifras de abstención, cercanas al 60%, en la votación del plebiscito a los acuerdos de paz con las FARC. El huracán Matthew azotaba con sus coletazos toda Colombia mientras se votaba un trascendental acuerdo. DÃÂÂÂa de tormenta para el presidente Santos, quien habÃÂÂÂa apostado todo a la victoria del SÃÂÂÂ. Pero dÃÂÂÂa de refrescante lluvia para el expresidente Uribe, quien asumió como pocos la causa del No.
Encuestas del primer trimestre de este año señalaban que el presidente Santos se encontraba en su mÃÂÂÂnimo nivel histórico de afecto popular, sólo 24%, y un preocupante clima de pesimismo nacional envolvÃÂÂÂa el paÃÂÂÂs. Dos terceras partes de los colombianos sentÃÂÂÂan que todo estaba empeorando y existÃÂÂÂa una sólida desconfianza hacia los logros de los acuerdos de paz. Tras cuatro años de negociaciones, 57% (según Gallup) creÃÂÂÂa que esas conversaciones iban “mal encaminadasâ€ÂÂÂ.
Santos no tenÃÂÂÂa por qué haber convocado el plebiscito, pero quiso ‘surfear’ sobre el proceso y ganar popularidad
Santos se la jugó, puso toda la carne en el asador. No tenÃÂÂÂa por qué haber sometido a plebiscito lo que ya se habÃÂÂÂa logrado, pero quiso hacerlo. Ningún acuerdo anterior, ni con el M19, el EPL, o las AUC se habÃÂÂÂa refrendado popularmente. Santos quiso de esa manera blindar lo acordado, pero también aprovechar para surfear sobre el proceso y ganar popularidad. Porque todas las encuestas decÃÂÂÂan que pese a la desconfianza por el éxito del proceso de negociación, la gente votarÃÂÂÂa mayoritariamente a favor del acuerdo. Las mismas encuestas que la cancillerÃÂÂÂa de Santos debe haber mostrado pródigamente a los aliados internacionales que atestiguaron la firma del acuerdo en la semana final de la campaña en un impecable manejo de los tiempos. Apostaban a ganador.
Nadie se lo esperaba. No bastó la bella campaña. Ni que Juanes, Carlos Vives, Andrea Echevarri, y otros ÃÂÂÂdolos pop cantaran acordes por la paz. O que los grandes medios colombianos se alinearan al unÃÂÂÂsono en sus agendas. Tampoco el concurso de las más grandes figuras internacionales: Obama, Macri, Christine Lagard, y hasta el Papa en un timing impoluto. Una campaña perfecta. Demasiado perfecta.
Quizás una pregunta tan sesgada como la que se planteó haya provocado los fallos de medición de las encuestas
Era tan perfecta que hacÃÂÂÂa desconfiar. Quizás la guinda de la perfección haya sido una pregunta plebiscitaria que inducÃÂÂÂa la respuesta “¿Apoya usted el acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera?â€ÂÂÂ. La pregunta estaba tan dirigida que hacÃÂÂÂa dudar. Quizás también una pregunta tan sesgada haya influido en las debilidades de medición de las encuestas.
Probablemente tambien hizo dudar la intensa vocerÃÂÂÂa de Timochenko y otros miembros de las FARC en la fase final de la campaña. Las FARC están entre las organizaciones más rechazadas en Colombia, con números de repudio superiores a 90%, por ello ver a sus miembros apostando en la campaña por el Sàpudo ser para muchos motivo más que suficiente para votar no.
El rol del expresidente Uribe ha sido fundamental en la victoria del No, y él es el principal ganador del plebiscito
En Colombia, quizás la única persona con más rechazo que Timochenko es el presidente venezolano Nicolás Maduro, con números de repudio público de 94% (Gallup, febrero de 2016). Su presencia en la firma de los acuerdos debe haber mermado de forma importante el respaldo popular. No en balde el tema de Venezuela y la homologación de los acuerdos con las FARC a la revolución bolivariana era el foco principal de quienes hacÃÂÂÂan campaña por el no, principalmente el expresidente Uribe, principal ganador del plebiscito.
El rol de Uribe, y en menor medida de Pastrana, fue fundamental en la victoria del No. Como también lo hubiera sido en una eventual victoria del SÃÂÂÂ. La paz es posible porque antes se habÃÂÂÂa golpeado muy duramente a las FARC en lo militar durante los gobiernos de ambos mandatarios. Similarmente a lo ocurrido también en el caso venezolano: si en los setenta pudieron los comunistas insertarse en la democracia fue porque en los sesenta se les habÃÂÂÂa elevado el costo de hacer guerrillas. Pastrana y Uribe dieron el garrote y Santos da la zanahoria. No hubieran funcionado uno sin los otros.
La campaña del No fue una campaña de insuflar miedo. Miedo a la impunidad, miedo a la ‘venezolanización’ del paÃÂÂÂs
Pero Uribe y Pastrana percibieron como injusto que a ellos les hubieran tocado las verdes y a Santos las maduras. Probablemente fue ese su principal estÃÂÂÂmulo en contra de los acuerdos de paz. La campaña del No fue una campaña de insuflar miedo. Miedo a la impunidad, miedo a la venezolanización del paÃÂÂÂs, miedo al poder polÃÂÂÂtico que se le concedÃÂÂÂa a las FARC. Hoy sale fortalecido el partido de Uribe, el Centro Democrático, que se consolida como el principal partido de oposición en Colombia. Un error importante de Santos, en cambio, fue descansar demasiado en la campaña, confiando en toda la supremacÃÂÂÂa institucional y comunicativa del Estado, prescindiendo de los partidos en la movilización de sus votos duros.
A Santos se le acusó de haber cedido demasiado en el acuerdo, y es posible que asàfuera. La justicia transicional siempre es polémica porque guarda elementos de impunidad. “Una justicia perfecta no permite la pazâ€ÂÂÂ, afirmó Santos en una reciente entrevista en El PaÃÂÂÂs. La frase es controvertida pero absolutamente cierta. Intentando medir ese difÃÂÂÂcil equilibrio Gallup preguntaba a principio de año a los colombianos: ¿Está Ud de acuerdo con sacrificar parte de justicia para tratar de negociar la paz? 54% decÃÂÂÂa que no, mientras que 42% optaba por el sÃÂÂÂ.
¿Qué viene ahora? Uribe cree posible renegociar el acuerdo, cosa que han rechazado tanto Santos como las FARC
A las FARC se les concedió un privilegio polÃÂÂÂtico en una de las medidas más discutidas del acuerdo: la garantÃÂÂÂa de 10 escaños en el Parlamento durante dos perÃÂÂÂodos, aunque no lograran el mÃÂÂÂnimo de votos necesario. Aunque parezca un regalo no merecido, su inclusión en el acuerdo es también la clara aceptación de que el apoyo electoral de esta fuerza es mÃÂÂÂnimo. Da cuenta además de un principio muy sensato de organización polÃÂÂÂtica: es preferible tener a los extremistas haciendo polÃÂÂÂtica en el Parlamento que tenerlos operando fuera del sistema.
¿Qué viene ahora? Está por verse… Las FARC han dicho que “mantienen su voluntad de paz y reiteran su disposición a usar solamente la palabra como arma de construcción hacia el futuroâ€ÂÂÂ. Durante la campaña, Uribe insistÃÂÂÂa en que era posible renegociar el acuerdo, cosa que rechazaban tanto Santos como las FARC. Cae la pelota ahora dentro de su campo para intentarlo. Sin embargo el camino no está claro. Siguen nubarrones en el horizonte aunque Mathew se aleje…
* Carmen Beatriz Fernández es presidenta de la consultora DataStrategia y profesora invitada en la Universidad de Navarra.