CUBA/Miente descaradamente la socióloga Stelling cuando dice que Chávez promovió un nuevo contrato social que incluyó a los pobres. La verdad es totalmente distinta y nos asalta sin piedad cada día. En lugar de utilizar el instante de aceptación, popularidad y esperanza de redención que muchos creyeron ver en él, desperdició todo ese capital, lo tiró a la basura, entregándoselo de la manera más miserable a la dictadura comunista cubana.

Hay giros de la historia que a veces lucen inexplicables, para nadie era un secreto en el año 2000 que Cuba era el pueblo de América Latina, junto a Haití, que albergaba el mayor sufrimiento, pobreza y atraso, con sus ciudadanos harapientos, las ciudades destruidas y la economía colgada de la efímera ayuda de la Unión Soviética. Papel que después retomaría Chávez en perjuicio de sus ciudadanos y de sus compromisos con los pobres. Por eso es muy difícil entender, entrar en el alma de Chávez, comprender cuál era la significación de lo que llamó infelizmente el mar de la felicidad. Podía acaso pensar que eran felices las jineteras que se venden en el malecón por comida y ropa, o la gente que monta en una balsa para huir, importándole poco su vida. Son felices los que no conocen en su vida algo distinto a la carta de racionamiento. Es difícil entender a Chávez, porque esta miseria de Cuba siempre ha sido visible, expuesta, se puede ver y tocar, no se ha podido ocultar nunca. El único producto que ha logrado exportar la economía cubana después de medio siglo de revolución, ha sido su gente, como diría Churchill, sangre sudor y lágrimas, su gente arrojada al mundo a brindar servicios que luego factura el Estado cubano a costillas de estos profesionales, médicos y deportistas, personas sin libertad para decidir, sometidos a humillantes términos de intercambio: ellos trabajan y el Estado cobra, esclavos del estado comunista. Infeliz el país que lo único que pueda vender en el mercado es la carne y los huesos de sus trabajadores porque todo lo demás lo han destruido.

Con el gobierno cubano, mafia de verdugos del pueblo, de ladrones de la vida de una generación, Chávez estableció su pacto más duro, entregó el dinero de los pobres de Venezuela y sometió bajo las ordenes de los atrasados funcionarios comunistas a nuestra gente, a las Fuerzas Armadas, a los productores de caña, a profesionales, nuestros médicos, que ante este vil atropello comienzan una dolorosa huida hacia otros países donde sean respetados y acogidos. Este infeliz pedazo de nuestra historia hoy arroja sus amargos frutos, la economía destruida e intervenida, la salud como la de cualquier país africano, la educación debatiéndose ante el intento de convertir escuela y universidades en talleres de lavado de cerebro. Un panorama desolador, donde no quedan en pie más que escombros y la rebeldía que crece en el ánimo de los venezolanos.

Es muy difícil comprender que Chávez con todo el poder acumulado a partir de la destrucción sistemática de sus oponentes, de la estatización, el robo de la propiedad de los venezolanos, las amenazas a la libertad de opinión y el cierre progresivo de los medios de comunicación no haya podido ver más allá y compenetrarse con el sentir del pueblo de una forma generosa, constructiva y liberadora, no pudo hacer suyo las verdaderas aspiraciones del pueblo venezolanos, la necesidad de tener un país con oportunidades para todos, un país donde la pobreza retrocediera en vez de avanzar cada día. En su lugar instaló la maquinaria perversa de la lucha de clases fratricida, aquella que ha corroído las relaciones humanas en los países donde el socialismo se ha impuesto. Gran parte del país creyó que Chávez era portador de la esperanza, que su ánimo era humanitario, por eso ha sido triste ver como este hombre que tuvo en sus hombros una gran oportunidad la haya pervertido para convertirse en una pobre marioneta de los ancianos dictadores Castro.

Hoy el país está rabioso, se disipan las telarañas ideológicas y políticas que impedían separar, aislar, la farsa de compasión humanitaria con los pobres de la tentación totalitaria de someterlos, avasallarlos ante el poder único del Estado comunista y su partido único. Está claro que el interés supremo es mantener a los pobres en la pobreza tal como hizo Fidel Castro, creen que es la única manera de doblegar el alma humana, como declaró el triste payaso que funge de ministro de educación, “si los sacamos de la pobreza después pueden aspirar, eso es lo que tenemos que evitar”, esta banda en el poder solo requiere pobres sumisos que tengan en el altar a Chávez y a Fidel, los asesinos de la esperanza.

Bienvenida la rebeldía de hoy, el despertar a la amarga realidad que vemos crecer cada día, en los jóvenes que ya saben que si no hay cambio no hay futuro, las familias que sienten en carne propia que la tragedia económica se vive en los salarios y en el mercado, en la ausencia de leche para los niños, en las muertes diarias en las calles de los barrios, en los abandonados consultorios de Barrio Adentro, en los hospitales destruidos a lo largo y ancho de todo el país. Quizás sí tenga parte de razón, Stelling, la socióloga del chavismo, sí entabló Chávez un pacto social, pero no fue con los venezolanos, fue con Fidel y Raúl Castro: yo les entrego el país y ustedes me mantienen en el poder. “La historia no lo absolverá”.

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