Eduardo Sánchez Rugeles 2

Una de las mejores novelas que leí el año pasado es esta Jezabel que publicó Eduardo Sánchez Rugeles en el marco de la colección Vértigo de Ediciones B Venezuela que, como se sabe, reúne un conjunto de historias de escritores venezolanos al amparo del concepto novela negra, con sesgo femenino. Breve, precisa e intensa, esta obra del narrador caraqueño de 36 años se hunde en las arenas movedizas de la memoria colectiva y de la culpa individual, del escepticismo de una generación y del dolor íntimo de un muchacho que pasa de la adolescencia a la edad adulta con la conciencia de un asesinato. Las temibles y avasalladoras Eliana, Lorena y Cacá y el irreverente y trasgresor Alain conforman un cuarteto promiscuo y conflictivo, desde los años del colegio, cuya relación disfuncional conduce a una muerte de consecuencias terribles. Su trama se despliega en 2012, en medio de un país polarizado y sobre las ancas de una revolución nefasta, vista diez años después como un fondo dramático para la neblina del recuerdo.

Autor de Blue Label/Etiqueta Azul (2010), Transilvania unplugged (2011) y Liubliana (2012) y del libro de relatos Los desterrados (2011), Sánchez Rugeles ha desarrollado un estilo vinculado con un desencanto generacional y en correspondencia con una determinada visión de quienes fueron niños en los ochenta y adolescentes en los noventas, décadas fundamentales en la historia contemporánea venezolana. Un clima social y político propicio para el surgimiento de una propuesta militarista, exitosa electoralmente en 1998 y de terribles consecuencia para el país. Sin embargo, la trama de Jezabel se ubica cuando ese mismo proceso político evidencia su decadencia, incluso como expresión de un pasado superado. No obstante, Sánchez Rugeles no se plantea la mirada histórica. No pretende dar explicaciones racionales. No juega con la denuncia. En cambio, sus personajes hablan de sí mismos, de sus carencias afectivas, de sus miedos más personales, de lo que quisieran olvidar. Alain teme padecer el infortunio de amar, aunque no tiene conciencia de ello.

A pesar de que en su trama hay un crimen, una investigación y un personaje femenino —requisitos fundamentales de la colección— no me atrevería a calificarla como novela negra, al menos en el sentido clásico. La pesquisa policial carece de importancia real dentro de la historia mas no los antecedentes del hecho criminal y las consecuencias humanas de una equivocación adrede. Lo medular de Jezabel reside en la memoria de los años locos, en la desesperanza de un homosexual adulto y en la reconstrucción íntima de los hechos trágicos. Más bien la aprecio como —digamos— una indagación futurista con aire retrospectivo, si tal cosa puede existir. Me explico: Alain Barral no es la víctima ni el asesino ni el investigador pero sí la conciencia de los hechos. No sólo es el personaje principal sino también la voz narradora de sus memorias… desde la perspectiva del año 2022. Ese hombre joven recuerda la muerte que en 2012 cambió su vida y la de otros personajes. Por insistencia de su nuevo affaire sexual —un periodista acucioso— y a pesar de él mismo, diez años después cuenta lo que sucedió, quiénes estuvieron involucrados y cómo se desarrollaron los hechos. Una audacia narrativa con mucha fuerza expresiva.

JezabelConstruida en tres tiempos, Jezabel arma un enjambre emocional complejo y detallista, con personajes heterogéneos, cotidianos, inocentes y trágicos, en torno a este cuarteto condenado desde el principio. Las travesuras del colegio, la conflagración contra un ser humano y el intento de escapar a través del olvido marcan la evolución de la trama. Eliana, Lorena, Cacá y Alain transitan una ruta sin destino, marcados por la muerte, el conformismo y la desilusión. La conducción narrativa de Sánchez Rugeles es prolija, muy bien cuidada, detallista. La lleva con mano firme. No se le escapan las tramas secundarias. Pero más importante que estas destrezas técnicas, propias de cualquier buen escritor, el narrador caraqueño residente en Madrid despliega una conciencia crítica que va más allá del entorno político y social de una generación y se inserta en la dura visión de la conducta propia, de la responsabilidad individual. De alguna manera Alain Barral es una víctima pero, ojo, también un victimario. Novela rica, compleja y poco complaciente.

JEZABEL, de Eduardo Sánchez Rugeles. Ediciones B Venezuela, Colección Vértigo, Caracas, 2013.

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