El bloqueo del presupuesto norteamericano debido a la división de los votos republicanos y demócratas, aunque no ocurre por primera vez, demuestra que la gran República del norte, gobernada con un relativo consenso durante casi toda su historia, ya no es lo que era. El centro polÃtico, donde las coincidencias entre un bando y otro eran evidentes, cosa que le daba al paÃs una enorme gobernabilidad, está amenazado, erosionado. Uno se pregunta si no es un fenómeno universal, una peste moderna que se propaga en gran escala y que ataca los centros vitales del poder. Un Estados Unidos ingobernable no es poco decir, aunque podemos calcular que Barack Obama usa el conflicto para desacreditar y arrinconar a sus adversarios. Pero el tema de la división interna, de la guerra intestina no declarada, no sólo es de allá. Da la impresión de que se extiende por todas partes: de que es una de las debilidades más propias del mundo de estos dÃas.
La guerra frÃa, por necesidad, por miedo al arma nuclear, producÃa cohesión en el interior de cada bloque. Parece que ahora, en cambio, muchos paÃses pierden el norte y navegan a la deriva. Algunos tienden a desintegrarse, a regresar a sus pasados medievales. Hay indicios por todos lados de que Chile podrÃa contagiarse con esta peste divisionaria. Hace algún tiempo hemos sido atacados por sectarismos, ideologismos, formas de integrismo, que habÃan desaparecido de la vida chilena y que de repente han vuelto con verdadera virulencia. Un grupo anuncia que emprenderá acciones legales contra el general Matthei, acusándolo del asesinato del general Bachelet. Es de una truculencia extraordinaria, si se miran los contextos, las amistades, las historias personales. Pero ningún miembro de la familia Bachelet se habÃa comprometido en una acción parecida, lo cual deberÃa obligarnos a reflexionar un poco. Y el Partido Comunista de hoy entabla querella por el asesinato de Pablo Neruda, en circunstancias de que el partido de Volodia Teitelboim y de Luis Corvalán, esto es, el de ayer y antes de ayer, conocÃa en detalle la enfermedad terminal que aquejaba al poeta. ¿Se trata entonces de agitar por agitar, de provocar un clima de guerra civil a toda costa, de actuar contra las posibilidades ciertas de Chile de seguir en una lÃnea de desarrollo, de estabilidad polÃtica, de respeto al estado de derecho? Nosotros, todos nosotros, en el último 11 de septiembre, perdimos la posibilidad de hacer una reflexión seria, con libertad de espÃritu, con inteligencia abierta, sobre la gran crisis de hace cuarenta años. Perdimos esa oportunidad, por estrechez, por dogmatismo, y vamos a arrepentirnos bastante pronto.
En Europa, desde Francia, sigo con atención los sucesos de Alemania. Me parece que uno de los secretos de la fuerza de Alemania reside en una polÃtica interna menos dividida, menos sectaria, menos intolerante, menos ideológica que la de otros estados europeos. Las reformas económicas que algunos llaman de derecha, las que redujeron el costo del trabajo, las que favorecieron, en último término, el empleo, las que mejoraron la competencia de las industrias germánicas, fueron hechas por un Canciller de centro izquierda, Gerard Schroeder. Sé que Schroeder llamó a personas diversas, competentes, de diferentes partidos o independientes, para que colaboraran con él. Llamó a un amigo mÃo, novelista, que habÃa pasado largos años en universidades norteamericanas y que al regresar a BerlÃn escribió un artÃculo crÃtico del panorama en su paÃs. Schroeder, en otras palabras, deseaba escuchar las crÃticas y no vacilaba en pedir ayuda para enderezar las respectivas situaciones.
Los rasgos personales de Angela Merkel que conocà por la prensa en los dÃas de las elecciones me parecieron sencillos, enigmáticos en su sencillez, siempre interesantes. Ella se formó en Alemania Oriental, en los años del Muro de BerlÃn, y no tuvo más remedio que militar en las juventudes comunistas. Se acostumbró a hablar poco, a fijarse en los problemas con gran atención, a no salir a vociferar a las calles y a romper vidrios por cualquier motivo, o sin necesidad de motivo. No se ha mudado hasta ahora del departamento donde vivió, en el centro de BerlÃn, desde antes de ser elegida Canciller del paÃs más poderoso de Europa. Como conoció las ceremonias del comunismo estalinista y escuchó hablar de las del hitlerismo, desconfÃa de toda clase de ceremonias y confÃa en la sencillez, en la prudencia, en la manera equilibrada y civilizada de tratar los asuntos de Estado. Hace sus compras en el supermercado del barrio y forma cola como todo el mundo. Pero nadie se le acerca, nadie le hace preguntas estúpidas, nadie le pide autógrafos. Los berlineses respetan la privacidad y pensarÃan queinterpelar a la señora Merkel, interrumpirla en sus quehaceres cotidianos, serÃa una falta completa de tacto. A mÃ, en Santiago de Chile, en el Drugstore de Providencia, un señor con cara de energúmeno me cortó el paso y me dirigió toda clase de improperios por haberme atrevido a criticar en mis columnas la polÃtica de Hugo Chávez. Ya ven ustedes, no tenemos remedio. A lo mejor me instalo en el centro de BerlÃn a pasar mis últimos dÃas, contemplando con curiosidad los avatares de la polÃtica alemana. Pero allá siempre me puede tocar el último de los energúmenos playeros y nostálgicos.
Jorge Edwards Valdés
La Segunda, El Mercurio. Octubre 04, 2013.
http://blogs.lasegunda.com/redaccion/2013/10/04/aniversarios-mal-aprovechados.asp